7.1: DESENLACE DE LA OBRA:
Atardecer en el parque
Claudio sigue sentado en el banco junto al profesor, tras haber recibido la bofetada y haberle mostrado una sonrisa picarona y desafiante, se dirige a él con superioridad y se saca del bolsillo un papel doblado y le dice:
-No lo creo… El único final, el que nadie puede manipular, ni siquiera tú, está aquí.
Librería de unos grandes almacenes, 12 horas de la mañana, entre un barullo de gente sonriente, ansiosa y con las manos ocupadas por una cámara, libreta u libro de unas 300 páginas, sentado en una butaca roja y azul. A sus lados se pueden ver dos grandes carteles, una cola infinita de gente espera con ansia, sonrisas y un libro entre las manos la firma del señor sentado en la butaca del están de la famosa librería. El autor, en sus veintitantos, se ve sonriente, transmite tranquilidad y se le ve orgulloso de su fama, firma libro tras libro dejando satisfechos a sus lectores ya que se les ve marchar aún más contentos de lo que se les ve mientras esperaban las firmas y el breve intercambio de palabras con el autor.
Vemos a Claudio, es él el famoso autor sonriente; sin percatarse de quien esta ante él, pues es el centésimo libro que firma, educadamente al recibir el ejemplar que se le pone ante el para que sea dedicado, dirigiéndose sin levantar la mirada pregunta:
-¿A quién se lo dedico?
La mujer que le ha dado el libro, cuidadosamente se saca del bolsillo un papel doblado en dos, lo extiende y se lo entrega rozando las manos de Claudio y le dice:
-A la mujer a la que le escribiste un día estas bellas palabras.
Claudio, sobresaltado, lee las dulces palabras, que se encuentran en el papel… « Ni siquiera la lluvia baila tan descalza »… Levanta la mirada para cruzar sus ojos con los brillantes ojos que lo miran fijamente esperando su respuesta y le contesta risueño:
-Y la mujer a la que le dediqué este poema, ¿me va a reclamar derechos de autora?
La mujer, suavemente y entre risas le responde:
-¡No sería mala idea!
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